Tras levantarme y dejar pasar las horas sin hacer prácticamente nada, por no decir nada, y después de haber comido, raviolis al “pesto”, he salido corriendo de casa hacia el Hospital Clínico para asistir a una conferencia sobre la rehabilitación pulmonar. Tras unos 20 minutos de búsqueda por el hospital, yo y unos amigos, hemos encontrado el salón de actos. Pero para nuestra sorpresa no había nadie ni por los pasillos ni por el salón de actos.

Tras comprobar varias veces la fecha de la conferencia, hora y lugar, nos hemos dignado a preguntar a médicos y/o personal sanitario, que pasaba por el pasillo, si sabían algo sobre la conferencia. Las únicas respuestas que obteníamos eran: “Lo siento no sabemos nada sobre esta conferencia”. Hasta que un doctor nos ha aclarado que no había tal conferencia ya que la zona estaba muy vacía, no había ningún cartel informativo y el salón estaba cerrado. En ese momento, la decepción se apodera de nosotros y nos dirigimos con antorchas y horcas a la universidad. Pero por el camino el enfado y la decepción se difuminan. Pero aun así, nos dirigimos al director de la universidad para informar del infortunio y sugerirle que no se repita más. Este nos ha obsequiado con una palmadita en la espalda y sus disculpas… ya podría habernos dado créditos o algo por las molestias causadas y por su mala gestión, pero no ha podido ser…
Después hemos ido al bar, donde se curan todas las penas, y luego ya para a clase. Tras unas 3 largas horas de clase, 3 eternas horas, por fin soy libre. Cojo mi libro de lectura y me pongo a leer en el metro de vuelta a casa. Llego, dejo mis cosas, y enciendo el ordenador y consulto el campus virtual. De pronto, unas letras en rojo aparecen en la pantalla. La nota del examen del lunes ya está colgada. Mi pulso se acelera a ritmos insospechados, un sudor frio recorre mi espalda, mi respiración se acelera… 6.15 – Aprobado.
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1- imagenes extraidas libremente de Google.